martes, 9 de julio de 2013

 Dia gris, llovizna despacio y mientras escucho música, intento pensar en aquellas motivaciones conscientes o inconscientes, que lo llevan a uno a tratar de encontrar  un lugar que nos asegure cierto sentido de trascendencia.
Me pregunto si es el miedo o la culpa la que pone el freno, postergando la posibilidad siempre latente.
Y me pregunto finalmente ¿hasta qué punto es necesario, ascender ciertos peldaños inventados, en el sentido de un reaseguro del éxito acerca de lo que haces?
De qué depende el éxito y qué significa  en todo caso su imprescindibilidad, es la pregunta para asegurar el verdadero valor de lo que haces en tu intimidad.
En definitiva, ¿Qué significa y en dónde está aquello que buscamos,  implicando necesariamente la existencia del éxito en dicha búsqueda? ¿En lo genuino?. ¿En tu entrega verdadera con alma y vida hacia tu obra? (¿lo que haces?). O por el contrario, ¿En el reconocimiento externo, que no podemos negar, se presenta como una dulce y tentadora caricia?.
Trato de  enteder esos pequeños precios que se pagan para acceder a esos puestos que anhelamos en el reconocimiento de un lugar (¿hacia la eternidad?). Y siento que el terreno no me es desconocido!.
Y también  me pregunto, qué hace la diferencia entre una puesta en escena en un teatro a sala llena, y esa misma puesta en un teatro vacío, cuando la misma en ambos casos se realizó con verdadero compromiso, poniendo hasta lo más profundo de nuestro sentimiento. Aquí creo, radica la verdadera dignidad del arte y la verdadera autenticidad en todo lo que hacemos.
Hay quienes escriben, incluso para aquellos que nunca podrán leerlos y sin embargo, por ello jamás se me ocurriría que no es válido.  Esto es una autocrítica al hecho de pensar que si no muestro lo que hago, en un punto queda detenido el verdadero sentido.

Parecería ser que éste,  el verdadero sentido del que hablamos, sería el contacto establecido entre la obra y el espectador.
El éxito que consciente o inconscientemente buscamos y hallamos hoy, no nos asegura en forma alguna, ninguna permanencia en el mañana.
Pero quizá sí, lo que nos asegure una sensación de  no haber pasado por aquí en vano (y esto va mucho más alla de los aplausos) sea la firme convicción de la entrega, el convencimiento de haber plasmado allí o aquí, o en donde sea, la marca de un sentimiento, de un estado del alma.
En verdad creo, que cuando uno logra liberarse de la angustia que te provoca  la incertidumbre de si la cosa va a funcionar o no, comienza por fín el verdadero trabajo, ese que  tiene como motivación , dirección y finalidad, la acción que nace desde la emoción más profunda. Válida en sí misma.
Todo lo demás, decantará por si solo y será simplemente una consecuencia de todo el movimiento anterior. Por lo tanto, no creo que deba ser esta nuestra preocupación.
En definitiva, el hombre  siempre estará indeclinablemente solo frente a las elecciones que realice,  y es este el lugar en donde se define su libertad como su mayor agobio.
Aquel en quién hayas movilizado la más mínima fibra por un acto tuyo, sabrá entenderlo.
Los hombres de las cavernas, no creo yo que hayan tenido verdadera conciencia, de lo que significaría apoyar sus manos con colores de raíces,  en las ásperas superficies de las rocas, en un intento de atrapar la magia de un futuro impredecible .  En alguna medida, ellos como nosotros sin saberlo, buscaron allí el sentido último de su existencia.
Nadie escapa seguramente a este destino inevitable  de buscar la certeza, de que pasar por aquí tuvo un sentido.
Esa búsqueda es la esencia. No sé si alguna vez se tomará conciencia del verdadero encuentro.
Lo demás, todo lo demás que te acompaña… y te acaricia… y te señala un lugar desde afuera, es prescindible.
Muchas veces pensando y sientiendo así de esta manera, es como puedo entender, lo que significa para mi acercarse a Dios, prescindiendo de todo aquello que me indica desde afuera, en donde está el camino. Ese camino que nos pone en contacto con nuestra fuerza y deseo más profundo, con nuestra verdadera esencia.  Ese camino que todos los que buscamos, encontramos en nuestro interior, cada  uno a su manera y con las herramientas de que dispone. 
                     
Silvia Castagnino