Dia gris,
llovizna despacio y mientras escucho música, intento pensar en aquellas
motivaciones conscientes o inconscientes, que lo llevan a uno a tratar de
encontrar un lugar que nos asegure
cierto sentido de trascendencia.
Me pregunto
si es el miedo o la culpa la que pone el freno, postergando la posibilidad
siempre latente.
Y me
pregunto finalmente ¿hasta qué punto es necesario, ascender ciertos peldaños
inventados, en el sentido de un reaseguro del éxito acerca de lo que haces?
De qué
depende el éxito y qué significa en todo
caso su imprescindibilidad, es la pregunta para asegurar el verdadero valor de
lo que haces en tu intimidad.
En
definitiva, ¿Qué significa y en dónde está aquello que buscamos, implicando necesariamente la existencia del
éxito en dicha búsqueda? ¿En lo genuino?. ¿En tu entrega verdadera con alma y
vida hacia tu obra? (¿lo que haces?). O por el contrario, ¿En el reconocimiento
externo, que no podemos negar, se presenta como una dulce y tentadora caricia?.
Trato
de enteder esos pequeños precios que se
pagan para acceder a esos puestos que anhelamos en el reconocimiento de un
lugar (¿hacia la eternidad?). Y siento que el terreno no me es desconocido!.
Y
también me pregunto, qué hace la diferencia
entre una puesta en escena en un teatro a sala llena, y esa misma puesta en un
teatro vacío, cuando la misma en ambos casos se realizó con verdadero
compromiso, poniendo hasta lo más profundo de nuestro sentimiento. Aquí creo,
radica la verdadera dignidad del arte y la verdadera autenticidad en todo lo
que hacemos.
Hay quienes
escriben, incluso para aquellos que nunca podrán leerlos y sin embargo, por
ello jamás se me ocurriría que no es válido.
Esto es una autocrítica al hecho de pensar que si no muestro lo que
hago, en un punto queda detenido el verdadero sentido.
Parecería
ser que éste, el verdadero sentido del
que hablamos, sería el contacto establecido entre la obra y el espectador.
El éxito que
consciente o inconscientemente buscamos y hallamos hoy, no nos asegura en forma
alguna, ninguna permanencia en el mañana.
Pero quizá sí,
lo que nos asegure una sensación de no
haber pasado por aquí en vano (y esto va mucho más alla de los aplausos) sea la
firme convicción de la entrega, el convencimiento de haber plasmado allí o
aquí, o en donde sea, la marca de un sentimiento, de un estado del alma.
En verdad
creo, que cuando uno logra liberarse de la angustia que te provoca la incertidumbre de si la cosa va a funcionar
o no, comienza por fín el verdadero trabajo, ese que tiene como motivación , dirección y
finalidad, la acción que nace desde la emoción más profunda. Válida en sí
misma.
Todo lo
demás, decantará por si solo y será simplemente una consecuencia de todo el
movimiento anterior. Por lo tanto, no creo que deba ser esta nuestra
preocupación.
En
definitiva, el hombre siempre estará
indeclinablemente solo frente a las elecciones que realice, y es este el lugar en donde se define su
libertad como su mayor agobio.
Aquel en
quién hayas movilizado la más mínima fibra por un acto tuyo, sabrá entenderlo.
Los hombres
de las cavernas, no creo yo que hayan tenido verdadera conciencia, de lo que
significaría apoyar sus manos con colores de raíces, en las ásperas superficies de las rocas, en un
intento de atrapar la magia de un futuro impredecible . En alguna medida, ellos como nosotros sin
saberlo, buscaron allí el sentido último de su existencia.
Nadie escapa
seguramente a este destino inevitable de
buscar la certeza, de que pasar por aquí tuvo un sentido.
Esa búsqueda
es la esencia. No sé si alguna vez se tomará conciencia del verdadero
encuentro.
Lo demás,
todo lo demás que te acompaña… y te acaricia… y te señala un lugar desde
afuera, es prescindible.
Muchas veces
pensando y sientiendo así de esta manera, es como puedo entender, lo que
significa para mi acercarse a Dios, prescindiendo de todo aquello que me indica
desde afuera, en donde está el camino. Ese camino que nos pone en contacto con
nuestra fuerza y deseo más profundo, con nuestra verdadera esencia. Ese camino que todos los que buscamos,
encontramos en nuestro interior, cada
uno a su manera y con las herramientas de que dispone.
Silvia Castagnino